Os dejo el relato ganador de la II edición 24 horas no stop de la Breña
Hola a todos. Me llamo “Pinza” y soy un escorpión. Vivo en La Breña, en un
sitio que los humanos llaman Barbate (Cádiz). Es un lugar precioso, lleno de
arena, pinos e innumerables animales, muchos como yo, pero también hay
otros diferentes: arañas, pájaros, orugas, mariposas, hormigas… bueno, un
sinfín de animales, por suerte para mí, porque así puedo ir buscando mi
comida. Aunque soy pequeñito en tamaño ya tengo varios meses ¡eh!, no os
vayáis a creer que soy un bebé.
Bueno, quiero contaros lo que pasó el otro día: el sol ya estaba casi en lo
alto del todo, yo me escondía bajo una pequeña mata, cuando, de repente,
empecé a oír y sentir muchísimas pisadas. Miraba a mi derecha y aparecían
muchísimas zapatillas, de todos los colores del arco iris. Lo mismo a mi
izquierda. Me giré para evitar que me pisaran, pero iban por todos lados. Me
llamó la atención que muchas zapatillas eran de color negro, aunque parecía
como si debajo de algo translúcido dejaran ver sus colores. Por lo visto, se usa
para que no entre la arena en ellas. Estos humanos….
En el cole comenté lo que pasó, y todos dijeron que los vieron. Nuestra seño
nos contó que los humanos se organizan como las hormigas, que cada uno se
especializa en algo y trabaja para la comunidad (va, con lo grandes que son, y
no pueden hacer más que un trabajo…). Bueno, pues resulta que esas
personas corrían porque hay otras que no tienen para comer. Yo pregunté:
- Y con lo grandes que son, ¿no pueden ellos cazar como nosotros?
Mi maestra nos dijo que no, que ellos no tienen aguijón y que hay sitios
donde no hay comida, ni agua, que incluso sus casas son muy malas. Pero que
afortunadamente los seres humanos tienen la capacidad para ayudarse entre
ellos. ¡Los del otro día querían ayudar a otros que viven a miles de kilómetros
de distancia! Lo que no tengo muy claro es cómo pueden ayudarse si están tan
lejos. Estos humanos…
Bueno, la cosa es que en clase empezamos todos a comentar lo que vimos
ese fin de semana. Yo vi muchas cosas: vi cómo iban algunos en grupo y
vestidos iguales, de blanco con dibujos negros (había uno muy alto, calvo, que
llevaba un palo con un trapo al final rojo y amarillo), otros iban de azul, otros de
negro, otros de blanco con un dibujo en el pecho amarillo y naranjón o
marroncito, incluso uno de ese grupo llevaba un sombrero muy raro. Le tapaba
parte de la cara y llevaba plumas rojas en lo alto. Todos iban con una botella o
una mochila para el agua. ¡Mmmmm agua…! ¡Qué buena cuando hace calor!
Unos iban corriendo y otros andando. Anda, que llega alguno a acercarse más
de la cuenta y le pico. Pero no, todos tenían muchísimo cuidado de no pisar las
plantas. Normalmente otros no, pero ellos tenían un profundo respeto por la
naturaleza. ¡Eso me gusta, que tenemos que vivir todos!
Cuando pasó un rato, volvieron a pasar corriendo unos pocos (¡qué
máquinas los tíos!). Parecía que se deslizaban por las arenas. Eran como
escorpiones gigantes, pero sin aguijón detrás, y cómo corrían. Bueno, había
uno con un aguijón un poco raro, pero por lo visto no es un aguijón, sino una
coleta. ¡Cómo se movía el tío…!
Al final del día volvían a pasar corriendo, aunque ya habían pasado otros
andando. Lo que me fijé es en que algunos se paraban. Supongo que estarían
cansados, pero cuando otros les adelantaban les daban ánimos. ¡Unos a otros
se daban ánimos!, ¿Pero no es una carrera? ¿En qué tipo de carrera el que
adelanta a otro anima al rezagado? ¿O el que es adelantado anima al que le
pasa? Desde luego que a estos no hay quien les entienda…
Mi amigo Patacorta (lo llamamos así porque tiene una pata más corta al
perderla en una pelea), comentó más cosas. Se fijó en cómo algunos que iban
corriendo se paraban a ayudar a los que estaban parados. Les daban su
agua… No la guardaban para ellos, sino que le daban lo que tenían. Y no
seguían hasta estar seguros de que el primero estaba mejor ¡Qué carrera más
rara!
Colores, un amigo nuestro que es un camaleón (siempre saca sobresaliente
en dibujo, ¡claro!, ¡cómo no va a dibujar y colorear bien…!), nos comentó que
estaba en el molino cuando pasó uno dando ya la segunda vuelta. Dice que
sabe que era él porque siempre se va fijando en los colores. Claro, para
copiar... Pues resulta que los corredores que iban a ser doblados aplaudían su
paso, como si fueran espectadores, aunque también participaban. También los
que estaban allí con unos recipientes blancos llenos de agua, ¡agua…..!
Aplaudían la gesta de aquel que conseguía correr por las arenas, como si no
se le hundiera el pie como a los demás. Daba gusto ver correr a este tipo de
corredores… ligeros como el viento y pisada suave como una pluma. Sonrisas
para todos, ya fueran delante o detrás. Parece como si todos los corredores
fueran de la misma familia, una gran familia que se reúne para correr por otras
familias, para ayudarlas (que sigo sin saber cómo), y para que no caigan en el
olvido. ¿Cómo voy a olvidarlas si plantaron un cartel con la foto de una justo
delante de mi casa…? Vaya puntería que tuvo el que lo puso. No podía ponerla
unos metros más allá o más para acá, no, justo en mi puerta…
Pluma (un pájaro que también asiste a mi clase, porque vamos todo tipo de
animales, pájaros, arañas, gusanos, etc. y, por supuesto, escorpiones) dijo que
observó cómo un corredor le declaró su amor a una corredora, justo en los
balcones desde donde se ve el mar… (puag, qué pasteloso…). Los siguió un
rato y resulta que él iba animándola constantemente, incluso la cogía de la
mano y tiraba de ella…, pero si la quiere, ¿por qué tira de ella? Dice Pluma que
mientras los seguía se dieron tantos besos que perdió la cuenta... Vamos a ver,
le dice que la quiere, le declara su amor, la besa y luego tira de ella… Lo que
tenía que hacer era traerle agua o cazar, para que ella viera lo bueno que era,
pero tirar de ella…
Mi primo Negri (se llama así porque es más negro que el resto), dice que vio
una foto de un familiar nuestro en un trapo azul que llevaban otros corredores.
Por lo visto los que iban de blanco con dibujos amarillo-naranjón y un sombrero
raro con plumas… La verdad es que yo no me fijé, pero… ¡es que pasé un
susto cuando vi acercarse a tanta gente…!
Cuando se hizo de noche no pararon, no, qué va… siguieron pasando uno
tras otro… Sus caras eran ya diferentes, entre el dolor, el cansancio y la
satisfacción de seguir corriendo. Pero ¿están locos estos humanos? Si estás
cansado, te paras y descansas… Ellos no, ellos seguían. Se preguntaban unos
a otros “¿cuántas vueltas llevas?”. “Tres, cuatro, cinco…” y se daban ánimos.
El que llevaba 4 o 5 animaba al que llevaba 3. ¡Pero si le vas ganando, para
qué lo animas! Y tú, que vas perdiendo ¿animas al que te va a ganar? Anda
que yo voy a animar al que me gana en una carrera… o al que pierde… Si voy
ganando, soy el mejor, pero el de las 5 vueltas decía al de 3 que era este, el de
las tres, el mejor. Si lleva menos vueltas que tú, ¿cómo va a ser el mejor?
Desde luego, no entiendo a estos humanos.
¡Qué graciosos estaban con sus lucecitas en la cabeza! No sabía yo que a
los humanos les saliera una luz en la frente, pero sí. Desde lejos parecía una
fila de luciérnagas dando botes. Y sus caras… un poema: dolor y satisfacción,
cansancio y ganas de seguir… Se decían “llegamos al polideportivo, nos
duchamos y damos otra…” Anda, anda, anda, que no están mal de la cabeza ni
nada. ¡Pero si se te ve que estás cansado...! ¡Duerme y me dejas pasear
tranquilo por La Breña…!
Pero, ¿sabéis lo mejor de todo? Que cuando terminaron de correr el
domingo por la mañana, ¡todo estaba limpio! Se podría decir que no había
pasado nadie por allí, si no fuera por las huellas que dejaban. Así, sí que
queremos compartir nuestra casa con ellos… Os espero el año que viene, pero
por favor, dejad mi Breña tan limpia como este año.
By Deepper
Estupendo el relato, y original sobre todo.
ResponderEliminarMis felicitaciones al autor/a del mismo.
Saludos.
PANDURO